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El marketing inmersivo: redefiniendo la atención y el papel del consumidor:

14 May 2025
De:Jordi Sabater

En 30 segundos

¿Y si dejamos de contar historias y empezamos a hacer que se vivan?

Las marcas llevan años invirtiendo esfuerzos, talento y presupuesto en perfeccionar lo que cuentan. Lo que dicen. Lo que muestran. Pero… ¿y si el verdadero cambio no estuviera en el mensaje, sino en el formato en el que ese mensaje se experimenta?

Esa es la pregunta —y la promesa— que trae consigo el marketing inmersivo.

Hoy no basta con captar la atención del consumidor; hay que invitarlo a entrar. No con frases rimbombantes ni campañas efímeras, sino con experiencias que se viven. Literalmente.

La Realidad Aumentada, ese término que hasta hace poco sonaba a ciencia ficción o a juego de nicho, se ha convertido en una herramienta estratégica de primer orden. Pero no como adorno tecnológico, sino como motor de una transformación más profunda: pasar del storytelling al storyliving. Y eso cambia las reglas del juego.

Lo inmersivo no es futuro: es presente. Y se nota.

Según KaviarTech, una firma que lleva años explorando los límites (y las posibilidades) de la comunicación aumentada, una experiencia inmersiva no es simplemente una interfaz bonita. Es un entorno en el que realidad y ficción se entrelazan, generando una respuesta emocional potente. No se trata solo de mirar o leer, sino de sentirse dentro.

¿Y cómo se consigue eso? Con tecnología, sí. Pero también con intención narrativa, diseño de interacción y comprensión del comportamiento humano. La Realidad Aumentada (RA) permite superponer capas de contenido digital sobre el mundo físico. Y lo hace en tiempo real. ¿El canal más habitual para activarlo? El de siempre: nuestro inseparable smartphone.

A diferencia de otras tecnologías que aíslan (como la realidad virtual), la RA enriquece el entorno sin desconectarnos de él. Suma, no sustituye. Y eso tiene un valor incalculable para las marcas que buscan integrarse en el día a día del consumidor sin interrumpirlo.

El usuario como protagonista: de receptor pasivo a actor principal

La palabra clave aquí no es “tecnología”. Es “rol”. ¿Qué papel juega el usuario en esta nueva forma de comunicación?

Hasta ahora, muchas campañas se limitaban a lanzar mensajes esperando que alguien, en algún momento, hiciera clic, se emocionara o compartiera. Pero ese modelo, tan asentado en el marketing tradicional, empieza a quedarse corto.

La RA permite otro enfoque: crear entornos interactivos en los que el consumidor no solo observa, sino que decide, elige, participa. Puede visualizar un producto en su casa, probarlo con un simple gesto, recibir información adicional en tiempo real, interactuar con elementos que responden a sus acciones. Puede vivir la marca.

Este cambio, aunque sutil en apariencia, lo transforma todo. Ya no estamos hablando de contar algo sobre un producto. Estamos hablando de hacer que el cliente lo experimente por sí mismo. A su ritmo. A su manera. Con sus propios sentidos.

Y eso, por cierto, no solo impacta en la atención. También en la memoria, en la decisión de compra y en el vínculo emocional que se genera.

¿Atención en caída libre? No, si sabes cómo activar la chispa

Lo habrás oído mil veces: la atención del consumidor está bajo mínimos. Google estima que los millennials mantienen la atención durante 9 segundos. Uno menos que un pez rojo. Curioso, sí. Pero también preocupante.

En un entorno saturado de estímulos, captar (y mantener) el interés se ha convertido en una batalla. Y no siempre se gana con más ruido.

Aquí es donde el marketing inmersivo —bien planteado, con sentido y creatividad— marca la diferencia. Porque no se limita a mostrar un mensaje, sino que invita a interactuar con él. Lo convierte en experiencia. Y eso hace que el usuario quiera quedarse. Jugar. Descubrir. Recordar.

La RA tiene esa capacidad. Al ser contextual, visual, dinámica y personalizable, se convierte en un catalizador de atención. Pero no solo atención superficial, sino de esa que deja huella. Que conecta.

Y en el contexto de la comunicación en formato video —personalizada, segmentada, adaptada a cada etapa del cliente— las posibilidades se multiplican. Imagina un vídeo de bienvenida en el que el cliente ve su propio entorno aumentado. Un tutorial que se activa escaneando el producto. Un mensaje comercial que cobra vida en forma de avatar personalizado. Todo eso es posible. Y ya se está haciendo.

Del storytelling al storyliving: y por el camino, una nueva forma de comunicar

Lo que hace apenas unos años era una tendencia, hoy es una estrategia con impacto medible. El concepto de storyliving ha llegado para quedarse. Las marcas que entienden que sus consumidores no quieren ser meros espectadores, sino actores de su propia experiencia, están marcando la diferencia.

Porque el consumidor-actor no quiere que le expliquen qué hace una marca. Quiere vivirlo. Y si lo que vive es relevante, útil, emocionante o sorprendente… se queda. Y repite.

Por eso, tecnologías como la RA (y pronto la combinación con inteligencia artificial generativa) están empezando a formar parte natural de las campañas más efectivas: aquellas que no solo informan, sino que acompañan, guían, emocionan.

¿Y ahora qué?

Esto no va de reemplazar todo lo que ya hacemos. Ni de subirse a una moda. Va de integrar nuevas formas de comunicar que se alineen con cómo consumimos hoy información, productos y emociones.

El marketing inmersivo, cuando se aplica con inteligencia y creatividad, no solo mejora la experiencia del usuario. También transforma la forma en la que las marcas piensan sus contenidos, activan sus campañas y miden sus resultados.

La RA es una herramienta. Lo importante es el enfoque. La narrativa. La intención. Porque no se trata de llenar la realidad de elementos digitales sin más, sino de crear experiencias que tengan sentido. Que aporten valor. Que emocionen.

 

Muy pronto: en la segunda parte de esta serie nos adentraremos en los usos reales del marketing inmersivo, los sectores que ya lo están aprovechando y cómo se articula esta revolución sin depender de apps ni complejidades técnicas.